Plebiscito e imaginación
Rodrigo León Silva Abogados
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Rodrigo León
Faltando unos días para el plebiscito constituyente resulta razonable preguntarse por qué hemos llegado a este punto. Sin querer dar una sola causa (deben ser varias), sÍ me gustaría citar una frase del gran historiador Tucídides: “Para una Polis que vive en tranquilidad (extrapolable a un país), lo mejor es la estabilidad de las costumbres, pero quienes carecen de esa tranquilidad y se ven obligados a enfrentarse a muchas situaciones, requieren contar con mucha imaginación”.
Esto, creo, puede caracterizar a la actual administración enfrentada a tantas situaciones: la falta de imaginación. Somos como un barco que apenas mantiene el rumbo. Es cierto que hay factores excepcionales que han marcado este rumbo, el levantamiento social y la pandemia mundial, pero deberíamos esperar de los líderes lo excepcional en momentos excepcionales, y creo que eso lo da, necesariamente, la imaginación. Sin ella quedamos en lo ordinario, marcado por una inoperancia permanente. En el fondo, junto con Tucídides, creo que será necesaria mucha imaginación en lo que se viene.
El otro punto relevante es el rol que tendrá una eventual nueva Constitución. Recuerdo que en clases mi profesor de derecho constitucional (hoy abierto defensor del Rechazo) me preguntó qué era una Constitución, y en mi ingenuidad estudiantil, le contesté que una ley, importante, pero una ley, al fin y al cabo. Recuerdo que mi respuesta fue tomada casi como sacrilegio, pero sigo manteniendo la misma opinión. Toda Constitución no es más que una ley.
El gran problema es considerar a la Constitución como una suerte de Biblia o Corán laico. Si ya es difícil interpretar una ley escrita por seres humanos, ¡cómo es de difícil interpretar la palabra de Dios! Y en eso muchos constitucionalistas nacionales han tomado el puesto vacante de los antiguos profetas. Creo que hay que desconfiar siempre de las personas que hacen de decir la verdad, su profesión. En el fondo, una Constitución es importante, pero es una ley que será interpretada por jueces, de ahí que sea casi más relevante aprovechar de revisar el rol y función de éstos, partiendo en cómo se eligen.
Por último, sea esta Constitución o la próxima, creo que es necesario darnos cuenta del mundo en que hoy vivimos, un mundo donde cada día hay más gente. El individualismo filosófico se entendía en un mundo con pocas personas, pero no en la sobrepoblación actual. Las personas no cuentan con el espacio que tenían antaño y esto condiciona la forma en que nos relacionamos. El individualismo integral, para bien o para mal, hoy no tiene ese espacio, y lo digo en términos físicos.
Si una eventual nueva Constitución asume que vivamos y debamos seguir viviendo “hacinados”, y todo lo que ello implica, desde la protección del medioambiente hasta la forma de pagar impuestos, y no obstante ello podamos convivir civilizadamente, partiendo por decirnos un simple “buenos días” –lo que creo va a requerir muchísima imaginación-, estimo que el futuro, hoy difuso, se verá más claro, y así podremos volver a ser un país tranquilo.